
¿Sufres de astenia primaveral?
En ocasiones, se utilizan fatiga y debilidad como sinónimos de astenia; sin embargo, tales términos implican conceptos algo diferentes.
La fatiga supone la aparición precoz de cansancio una vez iniciada una actividad física habitual, mientras que la astenia es una sensación de cansancio previo. Por su parte, la debilidad implica la pérdida de fuerza en algún miembro o en toda la musculatura, que impide la finalización de una actividad cotidiana.
A pesar de que a día de hoy no existe consenso científico sobre si la astenia primaveral es un cuadro patológico a tratar o no, lo cierto es que la mayoría de profesionales lo consideran un trastorno adaptativo que algunas personas sufren de forma más intensa al pasar del invierno a la primavera.
La astenia primaveral, puede estar relacionada con estos factores:
- Aumento de las horas de luz diurna, lo que influye en nuestros ritmos circadianos y en consecuencia, en nuestro ciclo del sueño.
- Cambio en las temperaturas y subida de la presión atmosférica.
- El temido cambio de hora al horario de verano que – de nuevo – afecta a nuestro ciclo del sueño.
- Todos los cambios de rutina (hora de comer, horas de sueño, aumento del tiempo de ocio, etc.) que se derivan de las anteriores como consecuencia.
- Cambios derivados de la situación particular de cada individuo y que afectan directamente a la secreción de hormonas como el cortisol, las endorfinas o la melatonina que también afectan directamente a nuestros ritmos biológicos.
Al parecer, la glándula de nuestro cerebro llamada hipotálamo, encargada de regular aspectos como el sueño o el apetito sería la responsable de hacer que durante estas semanas del año nos sentimos más decaídos o faltos de energía.
¿Cuáles son los síntomas?
Los síntomas más frecuentes de astenia primaveral son los siguientes:
- Sensación de cansancio general y falta de energía.
- Trastornos del sueño.
- Problemas de concentración en el estudio o el trabajo.
- Irritabilidad o nerviosismo y, en general, mal estado de ánimo.
- Alteraciones o pérdida del apetito.
- Falta de motivación general.
- Dolores de cabeza.
- Disminución de la libido.
- Hipo tensión arterial.
No todas las personas sufren todos los síntomas, ni con la misma intensidad.
Estos síntomas, no deben durar más de dos semanas, que es el tiempo que el cuerpo suele tardar en adaptarse al cambio.
El problema es que cuando estos síntomas son muy intensos y producen un gran malestar y/o se prolongan durante mucho tiempo, interfiriendo con la funcionalidad, social, laboral, familiar, etc. Se debe consultar con un especialista, ya que podemos encontrarnos sumidos en una depresión.